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30 de septiembre de 2019La póliza de crédito es uno de los tipos de financiación más utilizados para financiar los negocios de personas autónomas y pequeñas empresas.
Consiste en pactar con la entidad financiera un máximo por el que la cuenta corriente puede estar con saldo negativo. Para este saldo, la entidad cobra un interés por los días y el importe en que ha estado en negativo. Habitualmente, dichas condiciones se pactan por un plazo determinado que, habitualmente, es de un año.
Como en cualquier operación de financiación, el banco también cobra unas comisiones. Pueden variar de una entidad a otra, pero las más habituales son las de estudio -por valorar si el negocio es solvente para darle dicha financiación-, de apertura -en el momento de la concesión de la póliza-, de renovación -cuando llega el plazo pactado y se acuerda renovar la póliza-.
Hay una comisión que es particular de este producto. Es la comisión de no disposición. Es un importe que cobra el banco trimestralmente y que se calcula sobre la parte de saldo que la empresa tiene disponible y que no ha utilizado.
El funcionamiento de una póliza de crédito es relativamente sencillo. Imaginemos que nuestro negocio tiene saldo positivo en la cuenta corriente pero hay momentos en que hay que realizar pagos por un importe superior. Con la póliza de crédito se pueden realizar dichos pagos. Cuando la empresa venda sus productos, ingresará este dinero en la cuenta y ésta volverá a situarse en positivo. Cada trimestre, la entidad financiera liquidará y cobrará los intereses que correspondan al dinero utilizado y por el tiempo que se ha usado, más la comisión de no disponibilidad por la parte de saldo que la empresa podía usar y que no ha utilizado.
Hasta aquí, todo correcto. ¿Dónde está pues el problema con la póliza de crédito?
Hay que tener en cuenta que se trata de un producto con un vencimiento a corto plazo, dado que habitualmente es de 12 meses. Aunque la entidad financiera puede renovarla año tras año, también puede no renovarla y pedir a la empresa que ingrese el saldo que esté utilizando.
Los problemas se producen cuando la persona autónoma o la pequeña empresa utilizan el saldo disponible de la póliza de crédito para financiar pagos que no tendrán un retorno a corto plazo, sino a medio. Por ejemplo, cuando se utiliza para comprar una máquina, o bien para pagar sueldos cuando el negocio aún no tiene ingresos suficientes. En la mayoría de ocasiones se hace de forma inconsciente: el hecho de que la póliza se renueve año tras año sin demasiada complicación, hace que se tome por un elemento seguro.
Cuando se financian elementos que tienen un retorno a medio plazo es cuando aquella póliza siempre está dispuesta en cantidades cada vez más elevadas. No se consigue que el saldo de la cuenta esté en positivo. Éste es un signo de que la póliza de crédito no se ha utilizado adecuadamente.
Cuando la entidad financiera detecta esta u otras tensiones de tesorería, suele pedir que se disminuya parcialmente el importe dispuesto de póliza o bien no la renueva. Y aquí empiezan los problemas para el negocio, porque no suele estar en disposición de hacer ni una cosa ni la otra.
¿Cuál es la recomendación, pues? En primer lugar, hay que ser consciente de en qué plazo se recuperará el dinero que se está invirtiendo. En el caso de que lo que se hace es adelantar dinero para pagar a proveedores cuando aún no se ha cobrado de clientes, se puede utilizar una financiación de las facturas de clientes: este producto permite en todo momento saber cuánto dinero hay disponible y, una vez cobrado, compensar la financiación. Por otra parte, si es necesario financiar vehículos, maquinaria, equipamiento informático y otros elementos que estarán tiempo al negocio, hay que utilizar créditos o préstamos a medio plazo.
Como veis, pues, la póliza de crédito es sencilla de utilizar pero complejo de hacerlo correctamente y sin que pueda comprometer el negocio. Preguntadnos todas las dudas que tengáis y así podéis evitar males mayores.